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2-ISTORIA RAMANE PASIUNEA MEA NR-1!
El 18 de septiembre del 53 d.C. nacía Marco Ulpio Trajano, el mas grande de todos los emperadores de Roma. He rendido homenaje a sua figura en mis dos novelas histórica, "La legión que vino del mar" y"Una legión por Trajano" (pronto en español).
En memoria de eso Grande de la historia, vuelvo a publicar una mi vieja profundización.
«Sis felicior Augusto, melior Traiano».
Esta era la frase que el Senado de Roma y el de Constantinopla pronunciaban durante la investidura de sus emperadores y es la demostración de la consideración de la que disfrutó Marco Ulpio Trajano, el «Optimus Princeps», incluso después de su muerte.
Nadie en la historia de Roma ha sido tan querido. Las legiones lo aclamaban, la gente lo amaba y el Senado lo respetaba. Incluso sus escasos detractores lo tenían en tal estima que nunca lo culparon ni por su homosexualidad ni por la afición al vino, argumentos a menudo utilizados para cuestionar la integridad de otros emperadores. Por otra parte, tanto como oficial que como emperador, Trajano siempre actuó con justicia y tolerancia, manteniéndose fiel a las instituciones.
Como Julio César, compartía las tareas y la dura vida de sus soldados, comiendo y trabajando junto a ellos. No le gustaban las comodidades y las riquezas, al contrario, llevaba una vida espartana.
Su padre había sido un gran general y un excelente gobernador y él heredó con creces sus habilidades. Nació en Itálica, en la Hispania Bética, de familia de linaje itálico, y de los hispanos tomó la austeridad y la humildad.
“Trato a todos como me gustaría que me tratara a mí el emperador, si yo fuera un ciudadano cualquiera.”
Sus palabras reflejan perfectamente su forma de ser.
Se convirtió en emperador a los cuarenta y cinco años, pero tenía la pasión y el entusiasmo de la juventud.
Bajo su mando, el Imperio alcanzó su máxima expansión. Organizó dos grandes campañas militares, contra los Dacios y los Partos, y ambas resultaron victoriosas. Sus legiones marcharon triunfantes sobre Sarmizegetusa y Ctesifonte, imponiendo el poder de Roma. Trajano no solo fue un general capaz, sino también un gobernante atento, gracias también a asesores de confianza como su esposa Plotina y su amigo fraternal Licinio Sura. Fue
promotor de diversas obras públicas como calles, puentes y acueductos, apoyándose en su ingeniero de confianza, el extraordinario Apolodoro de Damasco.
Bajó los impuestos y vendió muchos bienes del Estado, reinvirtiendo el dinero adquirido para fomentar la recuperación de la agricultura y el comercio.
Más allá de las victorias militares, su obra maestra fue otra, espejo de su carácter bondadoso y caritativo: la «Institutio Alimentaria», con la que el emperador estableció un fondo, extraído de su patrimonio personal, para dar sustento a todos los niños huérfanos de la península itálica.
Magnánimo con todos, sin embargo fue intransigente con los que se oponían al poder de Roma. Un ejemplo fueron los cristianos.
En una carta a Plinio el Joven, el emperador afirma que deben ser castigados sin más si son acusados y no abjuran de sus creencias. No obstante, reitera que no deben ser perseguidos por esas mismas creencias ni ser objeto de acusaciones infundadas. Así fue como las persecuciones de cristianos se redujeron significativamente.
Desafortunadamente, esta actitud moderada no fue suficiente para evitar una gran insurrección de judíos en las provincias orientales. Trajano fue inexorable y, con puño firme, logró aplastarlos.
Desafortunadamente, los problemas no habían terminado. De pronto hubo sublevaciones también en las tierras de los Partos, recién conquistadas, y el emperador tuvo que frenar su avance hacia Oriente y restablecer el orden.
"Ciertamente habría llegado hasta la India, si todavía fuera joven".
Con este ánimo, según Casio Dion, se vio obligado a abandonar su sueño de seguir los pasos de Alejandro Magno. El destino tenía otros planes para él.
Fue durante el sitio de la ciudad de Hatra, en el Tigris, cuando el emperador enfermó, parece ser que de una enfermedad infecciosa.
Era el año 116 d.C. y Trajano tenía sesenta y tres años. Lamentablemente no pudo regresar a Roma. En el camino de regreso, sus condiciones empeoraron y se vio obligado a detenerse en Selinunte, en casa de un humilde comerciante, donde murió poco después.
Sus cenizas fueron depositadas en la base del monumento símbolo de su imperio: la Columna de Trajano.
En los siglos siguientes, su fama de hombre justo y virtuoso fue creciendo más y más hasta convertirse en un mito.
Incluso la Iglesia lo elevó a paradigma de virtud, a pesar de ser pagano: algo que obvió el Papa Gregorio I en la Edad Media, quien lo resucitó y bautizó, según la leyenda.
El propio Dante, en la Divina Comedia, situó a Trajano en el Paraíso, junto a otros personajes famosos por su rectitud.
Muchos pintores de períodos posteriores quedaron tan fascinados con el «Optimus Princeps» que lo retrataron en sus obras, como Delacroix o Van der Weyden.
Marco Ulpio Trajano dejó una huella imborrable en la historia de la humanidad y su sueño de una Roma poderosa pero justa vivirá para siempre.